La situación geográfica y la altitud se combinaban para formar un paisaje único en el mundo. No era ni excesivo ni opulento; era el Africa destilada a seis mil pies de altura, como la intensa y refinada esencia de un continente. Los colores eran secos y quemados, como los colores en cerámica. Los árboles tenían un follaje luminoso y delicado, de estructura diferente a la de los árboles en Europa; no crecían en arco ni en cúpula, sino en capas horizontales, y su forma daba a los altos árboles solitarios un parecido con las palmeras, o un aire romántico y heroico, como barcos aparejados con las velas cargadas, y los linderos del bosque tenían una extraña apariencia, como si el bosque entero vibrase ligeramente. Las desnudas y retorcidas acacias crecían aquí y allá entre la hierba de las grandes praderas, y la hierba tenía un aroma como de tomillo y arrayán de los pantanos; en algunos lugares el olor era tan fuerte que escocía las narices. Todas las flores que encontrabas en las praderas o entre las trepadoras y lianas de los bosques nativos eran diminutas, como flores de las dunas; tan sólo en el mismísimo principio de las grandes lluvias crecía un cierto número de grandes y pesados lirios muy olorosos. Las panorámicas eran inmensamente vacías. Todo lo que se veía estaba hecho para la grandeza y la libertad, y poseía una inigualable nobleza.
La principal característica del paisaje y de tu vida en él era el aire. Al recordar una estancia en las tierras altas africanas te impresiona el sentimiento de haber vivido durante un tiempo en el aire. Lo habitual era que el cielo tuviera el color azul pálido o violeta, con una profusión de nubes poderosas, ingrávidas, siempre cambiantes, encumbradas y flotantes, pero también tenía un vigor azulado, y a corta distancia coloreaba con un azul intenso y fresco las cadenas de colinas y los bosques. A mediodía el aire estaba vivo sobre la tierra, como una llama; centelleaba, se ondulaba y brillaba como agua fluyendo, reflejaba y duplicaba todos los objetos, creando una gran Fata Morgana. Allí arriba respirabas a gusto y absorbías seguridad vital y ligereza de corazón. En las tierras altas te despertabas cada mañana y pensabas: Estoy donde debo estar."
Así tras los pasos de la danesa Karen Blixen y de mi hermano, ¡estoy en el reino de los safaris!¡Kenia! 48 horas después de aterrizar en el Aeropuerto Internacional Jomo Kenyatta, ya he estado paseando al lado de jirafas, cebras, búfalos...eso sí, sin separarme del guía del Parque de Naivasha, aunque en ocasiones y durante el paseo no me fiaba nada de las miradas que echaba al monte...¡Y no era la única!
La que sí parece única en Nairobi es Karen, ayer estuvimos en un restaurante italiano cerca del barrio que lleva su nombre, Osteria Chianti Karen. El sitio espectacular y la comida estupenda. Para la ocasión elegí un look cómodo y muy "in".
Camiseta (verde)-MANGO
Pantalón lino (blanco)-MANGO
Zapatos- ZARA
Gabardina-PULL&BEAR
Fotografía:MLK
Me encanta tu blog: es como abrir una ventana con luz propia.
ResponderEliminarContinúa así.
Y si me permites solo darte un pequeño consejo:
tu mirada resultaría bastante mas luminosa si cambiaras el color negro de tu lapiz de ojos. Huye del negro -como hacían los impresionistas franceses- porque resulta una mirada muy dura. Y tienes una mirada tan linda ...!
P.Paradais